Ronaldo se despidió del Scracht: jugó 15 minutos y, a la fiesta, solamente le faltó su gol. No fue perfecta.
Esos últimos 15 minutos terminarán siendo una anécdota. Es, al fin y al cabo, un detalle para lo que fue toda su carrera. Y toda persona contemporánea a su momento de esplendor, podrá contar en un futuro cercano que lo vio jugar. Sí, Ronaldo dijo adiós. Puso el punto final a una trayectoria que no da lugar a críticas para cualquier amante del fútbol. Porque, realmente, de eso trató el Fenómeno. Disfrutar y hacer disfrutar a otros con una pelota en sus pies.
La despedida fue en el marco del amistoso que disputó Brasil ante Rumania (el conjunto europeo también jugará con Argentina el 10/8, en Bucarest) de cara a la Copa América. Y Mano Menezes lo hizo ingresar a los 30 minutos de la primera parte. Previamente, en un salón interno del estadio Pacaembú, Ronaldo se tomó su tiempo para hacer, a solas, su entrada en calor. Desde allí, gritó el gol de Fred, justamente el jugador que le cedió su lugar y que, haciéndole reverencia, le dio luz verde para disputar ese cuarto de hora. Claro, fuera de estado físico, le costó moverse. De todas formas, sus compañeros y el partido, le presentaron tres claras oportunidades de gol (dos le sacó el arquero en remates bajos y, el restante, la tiró por arriba a metros del arco) que no pudo aprovechar para que, de alguna manera, todo fuera completo. No importó. “Para siempre Fenónemo”, decía una inmensa bandera, resumiendo en gran parte lo que significó Ronaldo para la Verdeamarelha y para el fútbol en general. Una leyenda. Luego, Pezzotta le regaló la pelota del encuentro y todos los jugadores lo despidieron con el tradicional pasillo. Por siempre, crack.
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